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Uno de los rincones más bellos e inesperados del mundo que tienes que visitar » 2023

Santiago-Pontones se encarga de derribar ideas preconcebidas una a una. Aún antes de llegar, si entras en la sierra desde el norte, el paisaje deja claro con sus pueblos encaramados en las laderas, sus castillos roqueros recortados en el horizonte y sus bosques hasta donde alcanza la vista, que aquí la cosa es diferente. Hay pueblos que merecen una parada para callejear sin rumbo, descubrir rincones entre sus callejas, sus murallas, subiendo al castillo para asomarse a los paisajes del valle.

Pero el destino esta vez es otro, está más allá. Desde Hornos la carretera culebrea ascendiendo entre pinares. Hay que subir hasta los 1.300 metros de Pontones, el campo base de esta escapada. Desde aquí estamos a medio camino de todo y, además, aquí está El Refugio del Segura, un alojamiento rural a orillas del río con todo el encanto de las casas serranas.

Los apartamentos son cómodos y tienen un salón con estufa de leña que, ahora en invierno, invita a sentarse en el sofá al atardecer, prender la leña y dejarse llevar por un libro. Justo enfrente está La Casa del Cordero, el templo del cordero segureño. Sin embargo, estos 1.300 metros no son la meta. Son, en realidad, el principio.

Hasta el nacimiento del río Segura, algo más arriba, puedes subir en coche. Desde aquí, salvo que tengas un vehículo preparado para ello y conozcas bien el terreno, lo mejor es ponerse en manos de especialistas. Y para eso hay empresas de guías locales que conocen el terreno y convertirán el recorrido en un placer.

1.500 metros de altitud y el guía señala abrigos con arte prehistórico en la ladera. Hay algunas cabras montesas en lo alto. Alrededor de los 1.600, se llega a una laguna estacional. Hay corzos aquí y allá. El camino sigue ascendiendo mientras desaparecen los árboles. 1.700.

Se ven rebecos en lo alto y entramos en los Campos de Hernán Pelea, el mayor altiplano de España, un paisaje casi desértico que roza los 2.000 metros y en invierno se convierte en una estepa helada.

La Matea

Aquí, entre laderas escarpadas  y extensiones inhabitadas hasta donde alcanza la vista, pacen algunos rebaños de oveja segureña. Aire puro, aguas de manantial, hierbas aromáticas; hay enebros, majuelos, endrinas ¿Que por qué el cordero segureño de Santiago-Pontones es tan especial? Aquí tienes todas las respuestas.

El altiplano es lo que los especialistas conocen como una isla térmica, un microclima de alta montaña en pleno Jaén, con temperaturas que en invierno bajan con frecuencia de los -15º. Eso y las torcas, un paisaje muy poco habitual en España, le dan al lugar un aspecto casi de otro planeta.

Es difícil volver a pensar en Jaén como ese campo infinito de olivos que es, en realidad, solamente una parte de todo lo que esta provincia esconde.

La roca aquí es como una esponja que se empapa de agua en invierno dando lugar al nacimiento de docenas de ríos y arroyos. Kilómetros y más kilómetros de estepa, de silencio y de horizontes de picos que se suceden hasta que, poco a poco, la pista empieza a descender entre refugios de pastores y un bosque que se vuelve más espeso por momentos.

La Matea, el primer pueblo en la bajada, es el lugar perfecto para hacer un descanso. Quizás para comer algo en el Mesón Escobar. O para descubrir otro de los secretos de la sierra: La Despensa del Berral, una tienda de productos artesanos que es, al mismo tiempo, un secadero de jamones. Y todo aquí, en una aldea de 300 habitantes.

La Despensa del Berral

Seguramente no habías imaginado explorar en un lugar así cervezas artesanas, chacinas elaboradas allí mismo, quesos, aceites, conservas… Y, sin embargo, aquí está. La sierra, en Santiago-Pontones, tiene estas cosas.

Y de allí, quizás, al embalse de Anchuricas, el primer lugar en el que el río Segura se despliega entre los pinares de las laderas. Lo mejor es que bajes hacia La Toba desde Santiago de La Espada, sin prisa, que por algo esta carretera se conoce como Despiernacaballos.

A mitad de camino, en el primer recodo, hay un mirador, apenas un espacio en el que aparcar el coche junto a la curva. Asómate con prudencia, porque ahí, más de 500 metros más abajo, el Segura corta el bosque como un cuchillo de jade. Los paisajes son impresionantes todo el recorrido mientras la pista desciende como puede hasta la orilla.

La Ermita

Y allí, al otro lado, está la Ermita, el lugar perfecto para parar y dejar que el silencio se adueñe de nuevo de todo. Quizás el punto de partida para otra ruta senderista, hacia Miller y Las Juntas, donde la sierra deja de ser andaluza para adentrarse en Albacete.

Y de vuelta al alojamiento, a la chimenea, a la cocina casera, a la tranquilidad absoluta de escuchar solamente el murmullo del Segura, recién nacido, al pie de la ventana. Porque Jaén, ahora lo sabes, también era esto.

Yuniet Blanco Salas

Yuniet Blanco Salas

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