Podríamos decir que esta isla a medio camino entre Bilbao y San Sebastián es algo así como el Koh Tao vasco. Al igual que sucede en la tailandesa Koh Nang Yuan (o en la francesa Saint-Michel, tampoco hay que irse tan lejos) aquí el derecho de admisión lo ostenta el mar: solamente es posible acceder a pie cuando la marea baja y decide que somos bienvenidos.
Puede que aquí las aguas no sean turquesa sino de un azul intenso y profundo, que la playa desaparezca con la crecida del mar y que el musgo devore la pasarela que conecta la isla con el pueblo pero es precisamente ese encanto, esa autenticidad y esa magia las que enamoran irremediablemente y a primera vista de Lekeitio.
La “noble y leal villa” de Lekeitio, en Vizcaya, tiene una privilegiada ubicación junto a la desembocadura del río Lea, pero también una caprichosa relación con el mar.
Según sube o baja la marea su paisaje cambia de manera fascinante: una playa aparece y desaparece como por arte de magia, y cada vez que el mar se impone un pedazo de tierra cubierta de árboles se convierte en islote.
Frente al puerto pesquero se encuentra la isla de San Nicolás (también llamada Garraitz), un silencioso guardián de todos los barcos que entran y salen, y uno de los motivos por los que Lekeitio es tan especial: solo se puede acceder a ella a pie cuando el mar lo permite, el Cantábrico decide si deja entrar y salir al viajero.
El acceso tiene horario, pero también truco. Se puede cruzar desde la playa de Isuntza, (la principal, con con aguas muy tranquilas) , a través de un malecón de piedra devorado por el musgo, así que la travesía requiere un poco de atención. La otra opción es esperar con paciencia a la bajamar en la playa de Karraspio (la más grande) y crear caminando directamente sobre la arena.
Una vez conquistada la isla (hoy deshabitada) el plan es subir a la cima y disfrutar de las vistas desde su mirador. Quizá ya no se avisten las ballenas que dieron fama a esta localidad y a sus pescadores allá en el siglo XVII pero encontrarás una de las postales más impresionantes y menos conocidas de la costa vasca.
EL FENÓMENO
El carácter de isla a tiempo parcial es algo que no debe tomarse a la ligera. Aquí mandan el mar y la luna pero por lo general encontramos dos pleamares y dos bajamares cada 24 horas. Cuando el Cantábrico sube borra todos sus brazos con tierra firme: desaparece el malecón y se pierde el camino de arena.
Insistimos: cuando visites esta isla mágica, de verdad, deberías memorizar el horario de las mareas del día. No hay error más típico de un guiri en Lekeitio que el de cruzar despreocupadamente a Garraitz y tener que hacer el regreso a nado. En verano bien, pero en las demás estaciones.
QUÉ HACER EN LA ISLA DE SAN NICOLÁS
Con un tamaño de 250 metros de largo y una altura de 48 metros en su cima la isla está hoy deshabitada y se presenta salvaje. No hay coches ni edificios, aquí solamente viven pinos y gaviotas que disfrutan de un plan que hoy llamaríamos slow life: observar el cielo, el mar y el pueblo.
Cuando la marea baja se descubre una pequeña playa donde bañarse, tomar el sol o disfrutar de un bocadillo de calamares comprado en el puerto. Es muy recomendable también hacer el pequeño trekking hasta el mirador y, si la marea lo permite, disfrutar de una puesta de sol mágica.
Por el camino a la cima te encontrarás con vestigios de otras épocas, ya que este atolón guarda también múltiples historias y leyendas que han dejado su rastro. Al sur de la isla quedan los restos de la antigua ermita que fue construida en el siglo XVI. Se dice que aquí mandaban a los enfermos de lepra para mantenerlos alejados de la población y, ya en el siglo VXII los frailes franciscanos se instalaron durante cuatro décadas.
En la parte alta de la isla se encuentra el recuerdo de una fortaleza amurallada desde la que los soldados franceses controlaban el horizonte en la época de la Guerra de Independencia. Lekeitio está muy orgullosa de su isla así que a menudo se organizan exposiciones de arte de artistas locales y actividades culturales a lo largo del verano.
Aquí, como en el resto del País Vasco, la gastronomía es religión y al regreso de San Nicolás es casi obligatorio dar un paseo por el colorido puerto, atestado de bares. Te proponemos tres paradas golosas e imprescindibles para todo buen txikitero (el arte vasco de ir de bar en bar):
1. Degustar una ración de rabas (anillas de calamar rebozadas) en la terraza del Bar Marina (Txatxo Kaia, 1), situada en el mismo puerto. Son la especialidad de la casa y solo se sirven los fines de semana y festivos.
2. Salivar con un pintxo de foie fresco a la plancha, una ración de txipis o un soberbio bocadillo de tortilla de bacalao en la Taberna Lumentza (Buenaventura Zapirain, 3).
3. Sentarse a tomar un rodaballo para recordar en el Restaurante Egaña (Antiguako Ama, 2). O una merluza a la brasa, un rape al horno, una sopa de pescado…
El plan de un día en Lekeitio es una suma de tranquilidad, buena comida y vistas impresionantes. Solo hace falta que el mar brinde la invitación al viajero.
Yuniet Blanco Salas