A más de 3.000 metros de altura sobre el nivel del mar, la tradición milenaria de Perú llega hasta nuestros días con la reforma del Q’eswachaka, el último puente colgante inca del país.
Por encima del río Apurímac, este puente se rehace cada año durante la segunda semana de junio empelando fibras vegetales y nada de tecnología.
Los comisionados de la hazaña son los miembros de las comunidades de Huinchiri, Chaupibanda, Choccayhua y Ccollana, del distrito de Quehue, en Cusco, con el objetivo de honrar a sus ancestros y a la tierra por medio de un rito que, generación tras generación, ha difundido su sabiduría y cultura.
Su reforma anual simboliza la relación del hombre con la naturaleza y la espiritualidad, y es tal su significado, que ha sido registrado como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
El rito de renovación de este singular puente de 28 metros de largo y 1,20 metros de ancho comienza con el corte del puente anterior, cuyos pedazos se dejan caer al río. La renovación está oficiada por el sacerdote andino Cayetano Canahuir, que se encarga de ofrecer ofrendas a la Pachamama y a los Apus a fin de alcanzar protección y prosperidad para los habitantes.
El nuevo puente se fabrica durante tres días. Primero tiene lugar la recogida de la fibra vegetal, que se pone a secar al sol. Luego se allana con rocas a fin de dejar el material bien estirado y suave.
Posteriormente, se tejen delgadas cuerdas que unen en unas más grandes. Así, poco a poco se comienza a tejer el nuevo puente de mano de los Chakaruwaq que van de un cabo a otro hasta que se topan en el centro del puente.
Con el nuevo puente preparado, al cuarto día llega el momento de la festividad, las felicitaciones entre los miembros de las localidades y un día de bailes tradicionales, para alabar una labor que, año tras año, hace que pasado, presente y futuro se ensamblen bajo un mismo sol.
Los turistas pueden viajar hasta allí e incluso, si gustan, cruzar este puente tan único para sentir de primera mano cómo era pasar el impresionante relieve de los Andes, así como extasiarse con unas vistas excelentes.
Yuniet Blanco Salas