Pocas veces 8 cilindros en línea han dado para tanto. Fueron situados por el ingeniero de origen húngaro Vittorio Jano en el motor de una nueva generación de automóviles de carreras, destinados a ampliar el palmarés de Alfa Romeo durante los años 30.
De esta hazaña técnica, fruto de uno de los mayores diseñadores de mecánicas de competición del siglo XX, surgió el nombre 8C, con el que se bautizó, entre 1931 y 1939, a los automóviles de competición, deportivos y de alta gama propulsados por este hito de la tecnología de su época.
Jano fue el artífice de un vehículo tan exitoso como el Alfa Romeo P2, vencedor del primer Campeonato Mundial de Automóviles, en 1925.
Pensado inicialmente como un motor destinado a la competición, el 8C de Alfa Romeo pronto empezó a despertar interés entre los “alfistas” de la época, por lo que la marca empezó a vender chasis a particulares en otoño de 1931.
Se comercializaban en dos tamaños, Lungo y Corto, que eran revestidos, siguiendo los gustos y caprichos de cada cliente, por los carroceros más reputados de la época, como Zagato, Carrozzeria Touring, Carrozzeria Castagna, Pininfarina o Brianza.
Entre sus propietarios figuraban aristócratas, como Maud Thyssen, empresarios de éxito, como Andrea Piaggio, o las estrellas del motor que llevaron las versiones de carreras a la victoria, como Raymond Somme o Tazio Nuvolari.
El Alfa Romeo 8C 2300 tuvo su bautismo de fuego en la Mille Miglia de 1932 y el resultado no pudo ser mejor: dos unidades de este modelo, pilotadas respectivamente por Mario Umberto Borzacchini y Carlo Felice Trossi, ocuparon las dos primeras posiciones tras recorrer 1.639,7 exigentes kilómetros estableciendo, además, un récord de velocidad media de 109,884 Km/h.
Completó el podio otro Alfa Romeo, un 6C 1750 GS Testa Fissa Spider Zagato, con Luigi Scarfotti al volante. Fue el inicio de una era de dominio absoluto de este modelo en la prestigiosa prueba italiana.
Diversas versiones del 8C se fueron sucediendo en el palmarés de la Mille Miglia hasta la edición de 1938, la última que se disputó antes de la Segunda Guerra Mundial.
Un reinado comparable al que estableció en la Targa Florio, una durísima carrera siciliana en la que se impuso Tazio Nuvolari en 1931 y en la que repetiría triunfo el año siguiente. El 8C continuaría su racha en esta carrera en 1933, 1934 y 1935.
Más allá de las carreteras, el Alfa Romeo 8C 2300 también ganó fama en los circuitos. Campari-Nuvolari y Minoia‑Borzacchini lograron un histórico doblete en el Gran Premio de Italia de 1931, disputado en Monza.
Esta victoria daría nombre a la versión Spider biplaza de este modelo, el Alfa Romeo 8C 2300 Monza en una estrategia de marketing similar a la que se siguió con el 8C 2300 más deportivo, bautizado como “Le Mans”, en honor a cuatro años de triunfos ininterrumpidos en la prueba de resistencia más famosa del mundo, conseguidos entre las ediciones de 1931 y 1934.
El motor 8C marcaría un hito en 1933 al propulsar el Alfa Romeo P3 Monoposto Tipo B, uno de los primeros monoplazas en competir en los Grand Prix y que se convertiría en el germen de la Scuderia Ferrari.
La consagración del Alfa Romeo 8C llegaría a mediados de los años 30 con el desarrollo de versiones cada vez más potentes, como la Bimotore, que desarrollaba una potencia de 540 CV gracias al trabajo conjunto de dos motores de 3.2 L situados a ambos lados del automóvil.
Un auténtico monstruo que demostró sus cualidades en los 95 Km de la Florencia‑Livorno de 1935, en la que Tazio Nuvolari rompió todas las marcas al alcanzar los 364 Km/h y cubrir el trayecto entre esas dos ciudades italianas a una velocidad media de 327 Km/h. Una proeza que quedaría eclipsada por otra lograda el mismo año en el Gran Premio de Alemania con el Alfa Romeo Tipo B.
El “Infierno Verde” de Nürburgring fue el escenario de la “Victoria Imposible”, en la que “Il Mantovano Volante” humilló a un plantel estelar de “Flechas Plateadas” en su propia casa con una remontada épica y un ritmo vertiginoso, imponiéndose al Mercedes de Manfred von Brauchitsch en la última vuelta. Un triunfo que hizo entrar a Nuvolari y su Alfa Romeo en la leyenda del automovilismo.
La sigla 8C tendría su continuidad en el siglo XXI con el mejor de sus homenajes: el Alfa Romeo 8C Competizione, un auténtico superdeportivo que recuperaba la ligereza y la propulsión trasera que caracterizaron a su legendario antecesor de los años 30 para ofrecer 450 CV y una aceleración de 0 a 100 Km/h en 4,2 s.
Se comercializaron dos versiones, ambas de 500 unidades numeradas: un Coupé entre 2007 y 2009 al que tomaría el relevo un Spider entre 2008 y 2010.