Después de muchos años de ir con prisas de una cita, atracción o lugar a otro, decidimos probar a viajar despacio. El resultado para nosotros fue ver lugares, antiguos y nuevos, con ojos completamente distintos.
Cuando nos sumergimos en la cultura local y aceptamos la flexibilidad, descubrimos que cada experiencia se volvía más rica, profunda y auténtica, la esencia de por qué nos gusta viajar.
¿Qué es el Slow Travel?
El viaje lento consiste en conectar profundamente con lo que se viaja. En lugar de ir de un punto a otro de una lista de control, los viajeros lentos tratan cada experiencia como una oportunidad para aprender, sentir y relacionarse más profundamente con el lugar, la gente, la cultura y la cocina de un lugar que quieren explorar.
Los viajes lentos buscan ser sostenibles a través de experiencias que tengan un impacto positivo en las comunidades locales y el medio ambiente, al tiempo que proporcionan un fuerte impacto emocional para el viajero. En pocas palabras, viajar despacio es ir a un destino y permitirse formar parte de él.
Viajar despacio es un antídoto contra el mundo cotidiano, con tantas presiones y obligaciones que apenas podemos recuperar el aliento. Se trata de calidad, no de cantidad. Nos volvemos más sabios, más compasivos y conectamos más con la gente que conocemos y los lugares a los que vamos.
Estas son algunas de las razones por las que creemos que debes probar el slow travel.
1. Relájate y disfruta
Hubo un tiempo en que las vacaciones eran un alivio para el estrés de la vida cotidiana. Pero, con el tiempo, empezamos a intentar meter todo lo que podíamos en unos pocos días, creando más estrés del que escapábamos.
El slow travel cambia las listas de comprobación y las fotos imprescindibles de Instagram por la oportunidad de disfrutar de verdad de un lugar y de todo lo que conlleva.
Es increíble cuánto más presente y comprometido puedes estar cuando no estás mirando a través del objetivo de una cámara o tachando un elemento de la lista. Es más fácil relajarse y esperar con ilusión lo que nos depare el día.
La sensación de bienestar surge cuando te tomas tiempo para apreciar cada experiencia, sin preocuparte por tener que ir corriendo a otra cosa. Cuando vuelvas a casa, no necesitarás vacaciones de tus vacaciones.
2. Sumérjete para vivir experiencias más memorables
Uno de los principales problemas a la hora de pasar del típico viaje turístico al slow travel es el miedo a perderse algo. Si estás acostumbrado a saltar de un hotel a otro, de una atracción a otra, de un restaurante a otro, la idea de viajar despacio puede parecerte que te vas a perder el último Top 10.
En realidad, te liberas de la tiranía de tener que ir de un lugar a otro. En realidad, te liberas de la tiranía de apenas rascar la superficie de todo sin disfrutar de nada. Viajar despacio te da tiempo para apreciar un destino, su gente, su cultura y todo lo que lo convierte en un lugar maravilloso.
Visita un museo y estudia el arte, la arquitectura, conozca a los conservadores y la historia en lugar de recorrer tres museos y hacer fotos. Da un largo paseo y deja que tus sentidos absorban los sonidos, las imágenes y los olores que le rodean. Sienta el destino.
Pasa tiempo con los lugareños. Cuanto más se sumerja, más descubrirá y querrá explorar. Las carreteras largas y sinuosas conducen a muchas más experiencias únicas y memorables que las que se recorren a toda prisa por las más conocidas.
3. Conocer a gente de verdad
Cuando decides viajar despacio, te liberas para conocer a otras personas y pasar tiempo con ellas. Puedes encontrarte con los lugareños en un parque o en un restaurante y disfrutar de una conversación. Conoce a la gente de tu excursión gastronómica o de tu clase de cocina. Incluso puedes que decidas que alguien te gusta lo suficiente como para quedar más tarde para comer o tomar un café.
Como no vas con prisas, tus interacciones suelen ser más relajadas y reales. A la gente le gusta que disfrutes con ella. Así que no sólo tendrás la oportunidad de conocer a alguien, sino que puede que incluso hagas algunos amigos.
4. Ahorrar dinero
Sí, es cierto. Cuando vas despacio, ahorras dinero. Los típicos viajes apresurados implican gastar dinero en múltiples medios de transporte, atracciones muy conocidas, restaurantes muy solicitados por los visitantes y estancias cortas en diferentes alojamientos. Pero los viajes lentos no exigen estar cerca de nada en particular. Puedes tomarte tu tiempo para llegar a cualquier sitio y saltarte las colas y los lugares turísticos.
5. Ser más sostenible y respetuoso con el medio ambiente
Es importante poner de nuestra parte para minimizar nuestra huella de carbono. Intrínsecamente, viajar en avión, tren o autobús pasa factura. Podemos transportarnos a un lugar y pasar más tiempo explorándolo a pie, en bicicleta, en bicitaxi o a caballo. Eso es menos gravoso para el planeta que ir corriendo a la siguiente cosa de la lista con cualquier vehículo motorizado que nos lleve allí a toda prisa.
6. Apoyar las economías locales y las culturas auténticas
Cuando decidas ir despacio, puedes alojarte donde quieras. Una granja o un viñedo local, un precioso bed and breakfast familiar, lo que más te apetezca. Ya no estarás atado a intereses corporativos multinacionales.
Pondrás dinero en los bolsillos de empresas locales que también te proporcionarán una experiencia auténtica que forma parte de la cultura que te rodea. Y de paso, puedes descubrir la cocina, los artesanos y los comerciantes locales, que pueden ofrecerte una perspectiva de lo que es propio del lugar que visitas, y no satisfacer los gustos genéricos de la gente de otro lugar.
7. Crecerás como persona
El mayor beneficio del slow travel para nosotros es cómo nos afecta a un nivel humano básico. Una vez que te permites una experiencia más abierta, nuevas oportunidades encuentran su camino hacia ti. Ser lo suficientemente flexible como para conocer a alguien nuevo o probar algo diferente te da la oportunidad de compartir más, aprender más, intercambiar más y crecer más como persona.
Yuniet Blanco Salas